Los mexicanos necesitamos conocer la historia antigua de nuestra civilización. Requerimos profundizar en los cimientos más profundos y en la raíz milenaria de nuestra esencia. No podemos seguir negando y desconociendo la herencia más importante de ser hijos de los hijos de una de las civilizaciones más antiguas del mundo. No debemos seguir manteniendo, como única y verdadera, la historia de los vencedores.
Tenemos que salir del “laberinto de la desolación” de ser “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”. Tenemos que abandonar la posición de auto desprecio e ignorancia de los más propio y más esencial a nuestro “ser”. Porque como persona, como familia y como nación…somos lo que recordamos. Ha llegado el momento de recuperar, por nosotros mismos, nuestro pasado para construir por primera vez en estos cinco siglos de ocupación colonial, un futuro propio-nuestro. Futuro sustentado en la justicia y la igualdad, guiados por el profundo amor por nuestra Matria.
La historia del desarrollo humano en el Cem Anáhuac es aproximadamente de ocho mil años. Los primeros siete milenios y medio, fueron de carácter endógeno en el que no intervino ningún otro pueblo del mundo. Todo cuanto se creó e inventó en el Cem Anáhuac fue por ingenio, talento y obra de los propios anahuacas.
Este largo periodo de tiempo es dividido por los especialistas en tres partes: Preclásico o periodo formativo, periodo Clásico o del esplendor, y finalmente, periodo Postclásico o decadente.
A pesar de ser un periodo de tiempo tan grande, en el Cem Anáhuac ha existido una sola civilización, por múltiples y diferentes culturas que la integran y representan en tiempo y en el espacio. Cada cultura tuvo su propio carácter y lenguaje estético, pero todas estaban unidas por una misma “matriz-filosófica-cultural”, desde los olmecas hasta los mexicas.
PERIDO PRECLÁSICO
El Preclásico se sitúa aproximadamente del año seis mil a.C. al año 200 a.C. La cultura que lo representa es la cultura olmeca que encuentra su principal centro generador entre los estados de Veracruz y Tabasco en las costas del Golfo de México, pero que estará presente en el periodo de inicio o formación de todas las culturas posteriores. Esta es la razón por la cual en casi todas las culturas se habla de un periodo “pre-olmeca”.
Aunque los olmecas “aparecen” alrededor del año 1500 a.C. con sus impresionantes obras de arte en piedra, entre ellas, las más conocidas son las llamadas “cabezas olmecas” encontradas en las llanuras costeras del Golfo de México, los olmecas representarán este largo periodo “formativo”, en la que de una cultura incipiente (nómadas-recolectores-cazadores) se logra construir los formidables cimientos de la civilización del Anáhuac, proceso en el que se invirtieron aproximadamente cuatro milenios y medio.
El periodo Clásico abarca del año 200 a.C. aproximadamente al año 850 d.C. La cultura que lo representa es la llamada tolteca y su centro irradiador fue Teotihuacán en el Estado de México. En este periodo se alcanzó el más elevado desarrollo cultural. Los grandes logros permitieron alcanzar extraordinarias creaciones sociales, espirituales y estéticas.
El Postclásico comprende del año 850 aproximadamente a 1521 d.C. La cultura que lo representa es la cultura mexica que fue el último pueblo en emigrar del Norte y funda la ciudad de México-Tenochtitlán en el año de 1325, donde generará un proyecto imperial a partir del Valle de México hacia las costas del Golfo de México.
El periodo Preclásico es muy largo. Casi seis mil años de desarrollo humano que sentará las bases materiales y espirituales de la civilización del Anáhuac. En efecto, a principios del sexto milenio a.C. los pueblos nómadas, cazadores, recolectores iniciarán la agricultura, inventarán el maíz y comenzará una “revolución del conocimiento” que sacará al ser humano de un estado pasivo-primitivo, para convertirlo en un promotor activo del bienestar social y del desarrollo espiritual.
Los Viejos Abuelos desarrollarán el maíz, el nopal comestible, el amaranto, el chocolate, la vainilla, el tomate, el aguacate, el chile, la chía y la maravillosa milpa, que al sembrar en un reducido espacio de tierra de 20 por 40 metros, un solo hombre, trabajando intensivamente cuatro meses al año y sembrando: maíz, calabaza, fríjol y chile, tiene la base alimentaria para darle de comer a su familia a lo largo de un año. Lo que le permite tener tiempo y energía para observar, investigar, analizar y crear, para transformar el mundo que le rodea y darle significado a su vida individual y colectiva.
Los avances en el terreno de “la ciencia aplicada” logrados por la civilización del Anáhuac son de gran importancia para la humanidad. En el campo de la ingeniería hidráulica; por ejemplo, desde el sistema de riego, pasando por represas, canales, hasta llegar a la chinampa, que es el método más efectivo de producción agrícola intensiva durante todo el año. En ingeniería biogenética “inventado” el maíz al modificar genéticamente el teozintle y transformarlo en una planta totalmente diferente como es el maíz. De la misma forma transformado genéticamente el nopal silvestre para hacerlo comestible. En arquitectura e ingeniería, fue la civilización que construyó más pirámides en el mundo antiguo. Logrando sistematizar el conocimiento exhaustivo de la fauna y flora a través del significativo desarrollo de la zootecnia y botánica. Obtuvieron asombrosos avances en la medicina humana hasta llegar a la neurocirugía. En el campo de “las ciencias exactas” lograron descubrir y usar el cero matemático antes que cualquier civilización y usaron un ábaco llamado Nepohualtzintzin. En el terreno de la astronomía sus conocimientos les permitieron llegar a conocer a la perfección la cuenta prefecta del tiempo y la mecánica celeste, como ningún otro pueblo del mundo.
En el terreno de “las ciencias sociales” la civilización del Anáhuac llegó a desarrollar verdaderos portentos de sabiduría, que le dieron a los anahuacas bienestar y armonía durante milenios. Crearon un sistema muy complejo y profundo de ideas que explicaba cabalmente la razón de la vida, muy parecido al de la China y al de la India, civilizaciones contemporáneas. En efecto, La Toltecáyotl entendida como “la filosofía tolteca”, conjunta armoniosamente la ancestral sabiduría tolteca que se puede entender como: “el arte de vivir en armonía”. Los toltecas crearon “el camino del guerrero de la muerte florecida”, lo que implica una vida de impecabilidad, responsabilidad y equilibrio entre el mundo material y el espiritual, entre lo racional y lo intuitivo, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo mundano y lo divino, entre la luz y la oscuridad, al que llamaron “Batalla Florida”.
Construyeron a lo largo de milenios de experiencia comunitaria, una forma equilibrada y justa de vivir en comunidad. Fundamentada en el valor de la familia, la comunidad y el trabajo colectivo, sobre el interés personal o de grupo. Desarrollaron a profundidad “el arte del servicio a la comunidad”, conocido actualmente como “servicio de cargos” y el trabajo para el bien comunitario llamado “tequio”. Crearon y perfeccionaron instituciones de organización, dirección y control social que se aplicaban en el permanente esfuerzo de elevar el nivel y la calidad de vida con justicia y honradez.
Como ninguna civilización antigua de la humanidad, los anahuacas a través de milenios, crearon el primer sistema de educación, obligatorio, público y gratuito de la humanidad y lo aplicaron permanentemente a lo largo de tres mil años, formando sucesivas generaciones de ciudadanos educados e instruidos en valores y conocimientos de carácter moral, ético, científico y artístico. Dotando a los niños y jóvenes de “un rostro propio y un corazón verdadero”. Los anahuacas sustentaron su sociedad en la educación, por ello podemos afirmar con orgullo que fueron las primeras sociedades totalmente escolarizadas, sin importar el rango social o el poder familiar.
El campo de la religión fue otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac donde se alentó el sentido místico, sagrado y espiritual de la vida. Se puede afirmar que los pueblos anahuacas fueron eminentemente espirituales y todo lo que ellos hacían tenía un matiz religioso y ritual.
La religión fue uno de los logros más importantes de la Toltecáyotl, dado que unió en una exuberante pluralidad cultural, étnica y lingüística a todos los pueblos que habitaron a lo largo de miles de años, desde el Norte de lo que hoy es Estados Unidos hasta Nicaragua.
En efecto, existió a partir de la Toltecáyotl una “matriz filosófica-religiosa” que fue compartida por todos, y al mismo tiempo, transformada por cada uno de ellos de acuerdo a su propia cultura, sentido estético y lengua.
Todos concebían a una sola divinidad suprema abstracta y muy superior al alcance humano. En la religión anahuaca no existieron “dioses” menores, fue una religión totalmente monoteísta. Sin embargo, esta divinidad suprema múltiples advocaciones que occidente ha confundido maliciosamente con “dioses”. Además que para la concepción filosófica y religiosa del Anáhuac, la Tierra era un ser vivo con plena conciencia, y así, todo lo que en ella existe posee vida: las montañas, cuerpos de agua, árboles, animales y vegetales, poseían un ánima que los europeos confundieron con deidades.
Pero fundamentalmente, para la civilización del Anáhuac, el mundo era un conglomerado dual de cargas energéticas donde existían básicamente dos clases de energía. La luminosa y la espiritual (Materia y Espíritu).
Por ejemplo: La representación de la energía luminosa, es decir, los átomos y moléculas; todas las culturas la representaron simbólicamente con el agua. Y todas las representaciones, iconográficamente, compartían unas anteojeras y una lengua de serpiente. Unas culturas le llamaron Tláloc, otras, Chac, Cosijo o Tajín, pero todas se referían a la divinidad suprema, en la advocación de “la energía luminosa”.
De la misma manera, la divinidad suprema, única, impalpable e innombrable. La que no tenía nombre ni representación, en su advocación de “la energía espiritual”, se representaba con el viento (el soplo divino que le da conciencia a la materia). Los nahuas le llamaron Quetzalcóatl, los mayas Cuculcán y los zapotecos Dzavui, pero todos compartían el caracol como emblema simbólico.
Las férreas normas sociales, morales, éticas y las leyes e instituciones que se crearon y desarrollaron a través de más de cinco milenios de vivir en sociedad, en el periodo Preclásico (6000 a 200 a.C), así como la religión y la espiritualidad compartida por todas las culturas en tiempo y espacio, le dieron a la civilización del Anáhuac las bases para resolver los problemas básicos de subsistencia material y las bases, compartidas por todos, para enfrentar el desafío de encontrarle un significado trascendente a la existencia en el plano espiritual. Lo relevante es que esta aspiración era compartida por toda la comunidad y el esfuerzo colectivo partía del esfuerzo personal. De modo que la cultura colectivista o comunitaria también se llevó al nivel espiritual.
Podemos afirmar que el periodo Preclásico fue de suma importancia, pues en él se crearon los sólidos cimientos donde en los siguientes mil años, florecerá el periodo de esplendor. Dado que se partió de ser nómada-cazador-recolector y sin ayuda de ninguna otra civilización se creó un sólido proyecto de desarrollo humano que se ha mantenido a lo largo de ocho milenios. Los primeros siete mil quinientos años de manera endógena y los últimos quinientos, enriquecido por las culturas de Europa, Asia y África.
La pirámide de desarrollo humano creada en el Preclásico se puede considerar el logro supremo de los hombres y mujeres del Anáhuac, que a lo largo de miles de años buscaron salir de las tinieblas de la oscuridad, para preparar la entrada al periodo luminoso de esplendor cultural, difícilmente igualado en el mundo antiguo y moderno.
La pirámide de desarrollo humano tiene en su base un eficiente sistema alimentario que les dio la energía y el tiempo libre necesario para realizar sus grandes propósitos sociales. Le sigue un eficaz sistema de salud, que les proporcionó fuerza y seguridad para mantener sin deficiencias o limitaciones los proyectos sociales. Se consolida en el tiempo con un sólido sistema educativo, que le permitirá formar a las nuevas generaciones en los ancestrales ideales y metas existenciales, lo que posibilitó que sucesivas generaciones hicieran suyo el proyecto civilizatorio a través del tiempo y trasmitieran el conocimiento para perpetuarlo. El complejo sistema de organización social y régimen jurídico le permitió multiplicar las capacidades y posibilidades sociales. Les dio seguridad jurídica a través de un Estado de Derecho aceptado y compartido por todos los pueblos y culturas, lo que entre otras cosas permitió grandes periodos de paz y armonía social. Y finalmente la pirámide es coronada con un “proyecto abstracto” de carácter comunitario, en el que la búsqueda de la trascendencia de la existencia, de manera individual y colectiva, se simboliza con la figura emblemática del Anáhuac, “El Quetzalcóatl”.
En efecto, el Quetzalcóatl antes que nada es una aspiración universal de equilibrio y armonía entre el Espíritu, representado por el ave más bella que remota el cielo: “el quetzal”. Y su contra parte opuesta y complementaria, “la Materia”, representada con el animal más inteligente que repta sobre la tierra: el cóatl, la serpiente.
Así, la encarnación del “Quetzalcóatl” es la búsqueda del equilibrio armonioso entre Espíritu y Materia. Tanto en lo personal como en lo colectivo en el bregar cotidiano de la existencia. Significa la lucha interna por equilibrar el par de opuestos complementarios que nos conforman. El Espíritu y la Materia, lo abstracto y lo concreto.
De esta manera, los Viejos Abuelos a lo largo de casi seis milenios fueron construyendo esta pirámide de desarrollo humano, que fue la base para emprender uno de los procesos humanos más interesantes de la humanidad, pues rompe totalmente con los esquemas de evolución de las civilizaciones que se desarrollaron entre los ríos Nilo, Tigris, Éufrates, Huang Ho, Yang Tsé-Kian y Ganges y tomadas por la “historia universal oficial”, como ejemplo del desarrollo humano, especialmente por los logros materiales, la guerra y el comercio.
La civilización del Anáhuac ha sido negada y mal interpretada. En pleno siglo XXI prevalece en muchos aspectos el mismo criterio colonizador del Siglo XVI. Es censurable este hecho para la cultura universal, pero resulta inadmisible y vergonzoso que los actuales “mexicanos”, sigamos manteniendo la misma posición-visión de los conquistadores, Cortés y Alvarado, hacia lo más antiguo y esencial de nosotros mismos. Poco es lo que se sabe del pasado anahuaca, y de él, mucho menos se conoce del periodo Preclásico, pero es indudable que fue de singular importancia para la historia de México y de la humanidad. Especialmente por los logros alcanzados en alimentación, salud, educación y organización social. Beneficios que no sólo los mexicanos contemporáneos gozamos, sino que han llegado a toda la humanidad, como el maíz, el chocolate la vainilla, el chile, el chicle, el tomate, la chía, la grana cochinilla, la cuenta perfecta del tiempo, la chinampa y un largo etcétera.
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