Es muy común para los países latinoamericanos, por desgracia, que los estadistas del primer mundo, puedan expresar epítetos y descalificaciones impunemente de los pueblos, países y presidentes, que ellos llaman “bananeros”.
Pero también es común, por desgracia, que los aludidos no protesten y en bochornosas ocasiones, hasta tratan de contemporizar con sus menospreciadores. “Ellos” pueden decir de nosotros lo que ellos quieran impunemente. “Nosotros” tenemos que agachar la cabeza y decir “a sus órdenes, para servir a usted”, o hacer mutis.
En México es vergonzoso, que hasta el achichincle de los gringos, Álvaro Uribe, puede venir a “regañar” a Felipe Calderón en su propia casa y éste, modosamente agachó la cabeza.Esa siempre ha sido la historia. Ni el propio Fidel Castro en sus mejores días, se atrevió a alzarles la voz a los jerarcas gringos o rusos, acaso porque él provenía de familia de hacendados “educados”.
Sin embargo, el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez les ha dicho a sus verdades “tropicales” lo mismo a Bush, que a Rodríguez Zapatero o a Angela Merkel, en vez de agachar la cerviz.
Lo curioso es que los medios masivos nacionales e internacionales, siempre enfocan las defensas que hace Chávez, como agresiones. En efecto, Chávez siempre ha contestado las descalificaciones y los epítetos, lo mismo de Buch, que de Fox o del rey de España.
Es el único que ha enfrentado verbalmente y con sentido “tropical”, las sandeces que acostumbran decir los dueños del mundo y sus achichicles del pueblo y gobierno de Venezuela. Nunca los medios nos presentan el ataque, solo muestran a Chávez contestando la agresión verbal.
“El mal ejemplo” de este presidente insurrecto y mal hablado, (mulato y “corriente por añadidura) está por fortuna, cundiendo entre sus pares de Latinoamérica. La voz de Brasil, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, ya se escucha clara y directa, en defensa de sus economías y soberanías.
Las rancias burguesías criollas, formadas por emigrantes españoles, italianos y portugueses, no soportan que una persona no-blanca, de extracción social baja, inculto de las bellas artes europeas, mezclado con indígena y negro, se atreva a hablarle contundente y “florido”, no solo a su exquisita burguesía criolla y la de Colombia, sino a la prepotente teutona Merkel.